Durante muchos años el termómetro más grande del mundo estuvo en Barcelona y fue hecho por profesionales de la rotulación.
El termómetro de Can Cottet de 20 metros de altura es uno de los símbolos del eje comercial de la ciudad Condal.
Situado en el número 40 de la Avda. de Portal de l’Àngel, hace más de 65 años que indica a los barceloneses si hace frío o calor.
La historia del termómetro Cottet se remonta al 1888, cuando la familia de ópticos Cottet, de origen francés, vinieron a Barcelona con motivo de la Exposición Universal.
Se quedaron prendados de la ciudad y en 1902 abrieron la tienda “Optical Franco Española“, que poco después cambiaron a “Cottet Òptica”.
Portal de l’Àngel, muy cerca de Plaza Catalunya, no era todavía uno de los principales ejes comerciales de la ciudad. Pero pronto la actividad comercial de la ciudad se trasladó a este punto provocando que óptica Cottet tuviera mucho éxito.
La familia se sentía agradecida y como regalo a la ciudad decidieron instalar un termómetro gigante que recorriera la fachada de su tienda, a semejanza de uno que vieron en un viaje a Copenhague.
Un termómetro que no solo serviría para anunciar la temperatura a todo el que por allí pasara, sino para también establecer un récord mundial y usarlo como reclamo publicitario para la ciudad y la tienda.
Y así fue. El día 25 de febrero de 1956 se inauguró oficialmente el termómetro más grande del mundo. Lo fue hasta que en 1991 un termómetro en Baker (California), se lo arrebató midiendo 41 metros.
No obstante, a día de hoy sigue siendo el de mayor tamaño de España y el tercero del mundo, por detrás de uno de similares medidas en Frankfurt.
Aunque sin duda es el mayor, el más pesado y más famoso de Barcelona.
Pesa dos toneladas, 22 metros de largo, puede medir la temperatura entre los -5°C y los 40°C, e inicialmente contaba con nada más y nada menos que ¡710 tubos de neón!
En la década de los 90, el neón dio paso al led, de esta manera, no solo consumía menos energía, sino que también la temperatura marcada en rojo podía ser más visible.
Este ingenioso rótulo luminoso se ha convertido sin duda en un icono de la ciudad, y tanto es así que en 2011 se instaló una placa en el suelo que lo acredita como elemento del “Petit paissatge de Barcelona”, es decir, que tiene la consideración de elemento emblemático.
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Namar participa desde hace muchos años señalizando distintas obras, edificios y monumentos de Barcelona.