A Bruno, mi hijo, lo operaron del corazón el 26 de abril del 2021, tenía 2 años y medio.
Estuvimos una semana en una habitación del hospital mientras Bruno se recuperaba.
El día antes del alta médica, el doctor que lo operó quiso corroborar que el corazón de Bruno estuviera funcionando como debía y mandó hacer una ecografía.
Un camillero vino a buscarlo en una silla de ruedas para llevarlo a la consulta donde le harían la prueba.
Llamaron a la puerta de la habitación donde yo estaba con Bruno.
- Toc-toc ¿Puedo pasar? Soy Carlos, vengo a acompañar a Bruno para realizarle la ecografía.
Entonces miró al niño, que tenía un montón de cables que le salían del pecho y una vía en el brazo, y esbozando una sonrisa le dijo:
- Bruno, ya verás qué bien lo vamos a pasar, nos vamos de aventura, ¿me acompañas?
Bruno que estaba un poco atontado por la medicación y todavía débil se dejó coger para que lo sentara en la silla. Carlos acomodó todos los cables y empezó su marcha por los pasillos.
Yo los acompañaba mientras cogía a Bruno de su manita.
El pasillo estaba decorado con peces de colores y Carlos le contaba a Bruno:
- Mira Bruno cuántos peces, ¡estamos en el fondo del mar!
Y hacía un sonido imitando un pez haciendo burbujas: glub-glub
Subimos en el ascensor y entonces le hizo notar que había unas mariposas brillantes en el techo:
¡Mira Bruno las mariposas que hay en el techo del ascensor! ¡A la vuelta cogeremos otro ascensor que tiene estrellas luminosas en forma de constelaciones, ya verás qué bonito!
Entonces el niño se puso las manos en las mejillas y dijo:
- Oooohhh… Ohhhh…
Yo pensé que Carlos era lo más bonito que nos había pasado esa semana.
Bajamos del ascensor y avanzamos por un pasillo que tenían unas franjas de colores y unos dibujos infantiles.
- ¿Has visto cuántos colores? Rojo, verde, amarillo, lila… Wooow
Bruno sonreía contento y dijo:
¡Qué chulo!
La gente, visitantes, pacientes y personal sanitario, que lo veía en la silla de ruedas y todos los cables que le salían de entre los botones del pijamita le sonreían y le saludaban al pasar.
Eso era lo más emocionante que le había pasado a Bruno en la última semana. Y yo le miraba contenta de que por fin tuviera algo de qué sonreír.
Esta es una historia real que nos hizo llegar Núria tras la operación de su hijo y en Namar estamos emocionados de poner nuestro granito de arena y contribuir a la humanización de hospitales, escuelas, geriátricos y centros terapéuticos.